
La mente fluctuante también se calma practicando la expulsión y retención del aire. La noticia llegó totalmente inesperada: alguien cercano a mí había fallecido repentinamente. Me quedé sin aliento mientras las lágrimas fluían y la conmoción, el dolor y la incredulidad me invadieron. Un buen amigo y yogui, sin decir palabra, me abrazó. Abrazándome fuerte, comenzó a respirar con un ritmo lento, constante y profundo. Empecé a seguirlo y en poco tiempo mi mente se calmó.
Probablemente todos hemos estado en situaciones en las que nuestra respiración reflejaba claramente nuestro estado mental; por ejemplo, la ira con breves bocanadas, la tristeza con sollozos, el nerviosismo con respiraciones cortas y superficiales, o cualquier otra infinidad de emociones. Patanjali nos recuerda en este sutra que una de las muchas técnicas que podemos usar para calmar los altibajos de nuestros pensamientos y sentimientos es practicar la respiración consciente. En otras palabras, al cambiar nuestro patrón respiratorio, podemos influir en la actividad neuronal del cerebro y el sistema nervioso. Cuando nuestros pensamientos se calman, podemos encarnar la receptividad y acceder a la claridad.
En las clases de vinyasa de Jivamukti Yoga se nos recuerda el uso continuo de la respiración ujjayi (generalmente una inhalación de 4 tiempos seguida de una exhalación de 4 tiempos, por la nariz, con un ligero susurro cerca de las cuerdas vocales, que se repite constantemente durante toda la clase). Independientemente de las asanas que practiquemos, ya sean las más fáciles o las más difíciles que hayamos intentado, la respiración se mantiene en un patrón tranquilo de inhalación y exhalación. Este entrenamiento y práctica se realiza en el mundo exterior, donde podríamos necesitar activar este tipo de respiración en momentos de estrés para mantener la calma y así eliminar hábitos respiratorios disfuncionales que pueden contribuir a la fatiga, la falta de claridad o el desorden.
La respiración forma parte del sistema nervioso autónomo; es decir, simplemente la realizamos sin pensar en ella. Pero la respiración también puede integrarse en el ámbito de la acción consciente. La respiración consciente es un puente entre el cuerpo físico y el sutil. Pranayama, mencionado en YS 1.34 y explicado con más detalle como una de las ocho ramas del Yoga de Patanjali (véase YS 2.29), es una antigua disciplina índica desarrollada por los primeros practicantes de yoga e implica refinar aspectos de la respiración consciente para acceder a los estados mentales o emocionales deseados. Las técnicas de pranayama mejoran nuestro prana (fuerza vital), afinando nuestro sistema nervioso mediante, en diversas prácticas, la retención de la respiración, ya sea interna o externa. Pranayama se define a veces como la prolongación, expansión, mejora o dirección del prana. Existen prácticas de pranayama descritas en el Hatha Yoga Pradipika, el Gheranda Samhita y el Shiva Samhit, entre otros, y existen muchas maneras de enseñar estas prácticas, según los maestros y el linaje. Empieza con técnicas sencillas y directas y dedica tiempo a ellas para ver cómo progresan. Un elemento clave al practicar pranayama es estar en un estado de sthira (constante) y sukham (placentero). Si sientes presión, tensión o ansiedad, has ido más allá de lo necesario. Tómate un descanso y retoma la práctica otro día.
Las prácticas de yoga nos ofrecen la oportunidad de convertirnos en personas equilibradas, de traer a la consciencia aspectos de nosotros mismos que estaban ocultos en nuestro inconsciente, de liberarnos del afán y el estrés asociados con la modernidad y el pensamiento caótico. Respirar conscientemente ofrece una manera de calmar la locura interior. «Donde la mente se aquieta, allí se suspende la respiración. Donde la respiración se suspende, allí se aquieta la mente». Hatha Yoga Pradipika 4.23


